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Una lesión en la espalda hizo que la coach inglesa descubriera la eficacia de unir el entrenamiento actoral occidental de Michael Chejov con la terapia medicinal china Chi Kung. Después de trabajar casi 30 años preparando a actores para enfrentar el rigor de la cámara, la profesora estuvo en Chileactores impartiendo el taller “Conociendo la acción interna” a nuestros socios. Durante una semana, Amanda demostró que solo sincronizando la mente y el cuerpo se pueden manejar con precisión las emociones.

¿De dónde nace su propuesta de enfrentar el trabajo actoral por medio del Chi Kung y la técnica de Michael Chejov?

Me formé en Dartington College of Arts, que es la escuela que Michael Chejov creó en 1936 después de emigrar a Inglaterra desde Rusia. Por supuesto fue en Dartington donde se implantaron los fundamentos y principios de su trabajo. Cuando salí de la escuela me encontré con que el principal desafío del actor es dejar de híper analizarlo todo, porque solemos pensar demasiado en el texto y eso inhibe que nos sumerjamos y habitemos el personaje. Entonces busqué estrategias para encontrar soluciones y fue así que empecé a usar el trabajo de movimiento psicológico de Michael Chejov y su idea de trabajar desde un todo, sin separar la mente y el cuerpo.

¿En qué momento entra el Chi Kung en este proceso?

-Durante esa época yo tenía una lesión en la espalda y alguien me sugirió que probara tomar clases de Chi Kung, que es una terapia china muy similar al Tai-Chi y que no necesariamente se aplica a las artes. A medida que avancé en las clases, me di cuenta de que mi cuerpo cambió dramáticamente, me sentí con más energía, más conectada y me deshice de todas las tensiones y bloqueos. Desde ese momento empecé a aplicar en el trabajo actoral los tres centros del Chi Kung: el superior, el mediano e inferior, que por lo demás es lo mismo que propuso Rudolph Steiner y que es de donde Chejov sacó la idea de los centros: estómago, corazón y cabeza.

Entonces fue un descubrimiento basado en su propia experiencia

-Claro, me di cuenta que estaba más sensible y receptiva, así que integré el Chi Kung al entrenamiento actoral y los resultados fueron inmediatos. Los actores se conectaban más con su respiración, reducían las tensiones, encontraban la manera de controlar la ansiedad y entendían mejor sus propios cuerpos. El beneficio principal es que conjugando el trabajo de Chejov y el entrenamiento físico oriental, los actores están más presentes.

Y se transforma en un entrenamiento para equilibrar la emoción y la energías.

-Absolutamente. De hecho, a este proceso eléctrico natural que conocemos como energía, Michael Chejov lo llamaba “radiación” y a los orientales lo llaman Chi.

¿Cómo puede el actor manejar sus emociones limpiamente y sin desbordarse ante la cámara?

-Es fundamental que el actor desarrolle una intensa y profunda vida interior, solo así puede trabajar desde sus sentidos y desde ahí acceder a su cuerpo reduciendo la tensión que provoca ansiedad y los “bloqueos” propios de pensar demasiado. Trato de hacerle entender a mis alumnos que hay que enfocarse en lo que sienten más que en lo que piensan, porque no tenemos problemas cuando accedemos a lo que pensamos, pero es necesario estimular lo que sentimos. En nuestros sistemas educativos se estimula el trabajo mental y no se fomenta nuestro universo emocional, en cambio, el método oriental enfoca el trabajo desde este otro ángulo. Por eso, cuando entreno a actores, los conecto emocionalmente para que la cámara pueda ver ese movimiento interno. ¿Y cómo se hace eso? Trabajando con imágenes, memoria y la imaginación necesaria para crear algo contundente detrás del texto.

Pero el manejo de la energía requiere de un entrenamiento potente, sobretodo si son emociones que son de un personaje y no son propias.

-Sí, pero esa es la esencia de la interpretación. Y el desafío consiste en saber cómo contener y balancear la energía y dónde enviarla. Creo que es igual que trabajar con un interruptor con el que no solo enciendes o apagas, también tienes que saber cuándo usarlo. Michael Chejov lo ejemplifica con una tetera hirviendo con una tapa encima, la tapa no está tapando el agua que hierve sino que está sostenida por la misma agua en ebullición. La actividad interna es efervescente y siempre quiere emerger y por eso hay que saber dosificarla. Es justamente eso lo que hace el Chi Kung, te enseña a manejarla de forma muy precisa. En mis cursos enseño técnicas para que los alumnos permitan a las emociones instalarse en su cuerpo.

-Debe ser intimidante eso de que las “emociones se instalen en tu cuerpo”.

– Es que es no hay alternativa. Una de las primeras cosas que se aprende es que la cámara lo ve todo y te expone del todo. Si estás bloqueado, congelado, si tu cuerpo está tensionado o si se te olvida el texto, la cámara puede oler tu miedo o incomodidad. Por eso es necesario trabajar de manera muy precisa los detalles y el ritmo de las acciones. Cada pequeño pensamiento se traduce en un “beat” (golpe) y puede ser verbalizado o no, puede ser un sentimiento, una reflexión, un recuerdo, algo que imagines y puede estar en el pasado, en el presente o en el futuro. La interconexión es total. Entonces, la parte crucial del trabajo con los actores es el entrenamiento de esos detalles porque es muy fácil saltárselos y solo ver la cáscara o la escena general. Por eso siempre recalco lo importante que es el rigor por el detalle y conseguir ese rigor viene de la mano de la preparación previa que hace el actor antes de enfrentarse a la cámara.

-¿Cómo fue la  experiencia de entrenar a actores chilenos?

-Ha sido interesante porque no conocía a ninguno y por lo tanto no sabía quiénes eran, ni cuánta experiencia tenían en actuación frente a cámara.  Lo bueno de eso es que mi aproximación fue totalmente desprejuiciada y la intención que tuve en el curso fue enseñarles que a pesar de que sepan cómo se hace el trabajo, es necesario que el cuerpo tenga un tiempo para acomodarse y que encuentre su sintonía con la respiración y se genere un compromiso con la parte baja del cuerpo para que haya conexión con la tierra. Porque sí me di cuenta que muchos actores chilenos trabajan con la cabeza principalmente. Entonces me preocupé especialmente de que perdieran el miedo a enfrentarse a otros desde sí mismos, porque la verdad es que todos sufrimos de ansiedad y todos tenemos inseguridades.

¿Y resultó?

-La verdad es que sí, todos lograron ser conscientes de su cuerpo y respondieron bastante bien. ¿Sabes qué pasa? A mí me apasiona la idea de que los seres humanos no somos “fijos”, que nuestros cuerpos se transforman y que cuando se nos bloquea el cuerpo es porque tenemos la mente bloqueada. Lo maravilloso es poder presenciar esa transformación, ese momento en que el actor puede trabajar sin hacer ninguna separación entre lo que piensa y lo que siente.

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